top of page
Buscar
  • Foto del escritorSol López

¿Y si me arrepiento? ...

¿Cuántas veces frente a la toma de decisiones importantes (o no) de nuestra vida, nos encontramos ante esta pregunta que nos hace dudar de la respuestas que hayamos elegido dar?

Hoy en el blog te cuento una experiencia personal, donde me encontré preguntándome esto más de una vez, cada cierto tiempo, cuando otras decisiones de mi vida no habían resultado tan complejas... esta no había manera de cerrarla.

Con el tiempo la primera cosa que comprendí es que esta pregunta, por muy inocente que parezca, esconde nuestro miedo a equivocarnos. Analiza la pregunta y verás a donde voy.


En mi caso, la pregunta comenzó a surgir cuando tomé la decisión de no ser madre. Una elección personal que quizás para algunos puede ser sencilla de escoger, pero para mí supuso muchas repensadas y análisis, el último hace unos meses con mi cumpleaños.


Aunque había decidido de forma muy meditada que no quería serlo, cada "x" tiempo aparecía la pregunta: ¿Y si me arrepiento? ... Seguida de pensamientos como:

  • Esto no es una decisión reversible … luego no puede haber arrepentimientos porque será tarde.

  • El reloj biológico pasa factura, tengo que decidirlo ahora, luego … no hay vuelta atrás.

  • Se te vienen los 40 y ser una madre vieja tampoco está bueno …

  • Uno solo no, tendría que pensar ya en familia porque no dejaremos que crezca sin hermanos/as, ufff qué pereza pensar en varios …

  • ¡Qué agobio! ¡No me veo cambiando la vida que tengo por un bebé!

  • ¡Qué egoísta soy! Por la comodidad de no cambiar la vida que tenemos estoy tomando una decisión de la cual puedo arrepentirme luego …

  • ¿Y si me estoy perdiendo “LA” experiencia de la vida?

Más de una tarde/noche me senté a hacer los pros y contras de la decisión que estaba tomando, confieso que, centrándome, sin quererlo, más en los contras que en los pros, como alguna vez me ha indicado una coach colega que gestionaba este tema conmigo. Y este fue uno de los descubrimientos maravillosos.


Ante esta disyuntiva, ¿qué me ayudó a desatascar la decisión? Y a quitarme una mochila de miles de kilos de encima:


1- Cuestionarme cómo de reversible era realmente la decisión me ayudó a quitarle peso para pensar con más claridad. Descubrí que en este caso se conjugaban dos factores en el “no hay vuelta atrás” que me decía:

a. ¿Realmente no era reversible? ¡Y qué si me daba cuenta a los 40 que quería serlo!, ¿qué otras alternativas tenía si me arrepentía? Encontrar otras maneras de ser madre y analizarlas me brindó mucha liviandad en la decisión. El peso de la mochila parecía ser menor viéndolo de esta manera.

b. Mi propio cambio de opinión: qué van a pensar los que me conocen de toda la vida si luego sí quiero; si vendo tan convencida que no, luego cómo diré que cambié de opinión. Esto no me afectaba porque en el fondo sabía que la alegría de que sí quisiera, compensaría lo otro … y esto nos lleva al siguiente punto …


2- ¡Eureka! Resulta que la opinión de los demás sobre quién era por no querer ser madre, estaba haciendo mella… sabía que muchos querían que fuese madre, que les alegraría la vida si llegaba con la noticia de “estoy embarazada”, que “me veían” siendo madre … y esa alegría o expectativa hacía que yo me replantease una y otra vez por qué YO no me veía … ¿era un punto ciego? ¿estaban viendo algo que yo no? Amigo caminante, aquí es donde aplica eso de que el feedback del otro tiene más que ver con el otro que contigo y me llevó meses entenderlo … escuchar a nuestro corazón es clave en este tipo de decisiones. Para y medita sobre la decisión, en silencio, con tu soledad, y escucha lo que muy adentro tu corazón te susurra.


3- La “sociedad” no quiere que no seas madre, no es el estereotipo habitual y elegir ese camino diferente cuestiona el de otros sin quererlo … ya no es sólo tu decisión sino lo que a otros le genera tu decisión de decir NO a algo convencional. No soy de las que cree en estereotipos, no puedo con el feminismo y el heteropatriarcado (me pone mala el fanatismo y es algo que analizo y me trabajo … seguro aprenderé alguna cosa nueva), pero mi decisión cuestiona o pone sobre la mesa, aunque no me guste, el modelo tradicional de la felicidad. Que la felicidad o realización personal para mí no pase por ser madre, no quiere decir que no sea super mega válido para muchas. Como me encanta decir cuando consigo aceptar ideas diferentes a las mías: “ni mejor, ni peor, diferente.” Entender que no debía decidir por lo que le provocase a otros, o por lo que es “normal”, ayudó a no sesgarme en el análisis.


4- Otro punto de liviandad lo conseguí cuando entendí que las decisiones no son para siempre y chimpún. Puedo cambiarla más adelante, no pasa nada. Empecé a pensar y decir en voz alta: “hoy pienso así, a futuro quien sabe”; “no sé si es la decisión más acertada, sí es la que elijo y si me equivoco, buscaré la manera de revertirlo”.


5- Hablar con personas que ya eran madres, y otras que no han elegido ese camino. Acá confieso que, aunque me encontré más de las primeras que de las segundas, sólo la minoría reconoció no volver a elegirlo si volviese para atrás. Se ponía difícil el encontrar apoyo en esto … y yo, solía quedarme con las razones de la minoría porque eran las que me resonaban, ¿eso tenía que indicar algo no? El darme cuenta de que me quedaba siempre con el NO, que mis tripas me seguían diciendo NO, también fue un paso grande. Sobre todo, aceptar que el NO, no era la elección más común entre mis círculos sociales y no lo sería nunca … ¡eso no lo hacía menos válido!


6- ¿La decisión era sólo mía?: fue una pregunta maravillosa que me regalaron colegas de coaching en un ejercicio grupal que compartimos … efectivamente no era sólo mía. Consciente de esto, decidí a abrir la conversación con mi marido, le conté todos mis análisis y mis miedos, entre los que se encontraba que, SU decisión, pudiese afectar la mía … y lo seguimos conversamos muchas veces. Nos prometimos que cada vez que lo necesitásemos abriríamos la charla y lo pondríamos bajo análisis. Esto también me ayudó a ponerle liviandad, no tenía que decidirlo hoy y para siempre, y mucho menos decidirlo sola. Igual que cuando nos casamos nos prometimos elegirnos cada día y no seguir juntos si esa promesa dejaba de ser válida para alguno, también nos prometimos revisar esta decisión cuando cualquiera de los dos lo necesitase.


7- Tomar decisiones de este tipo “pesan” porque elegir implica dejar un camino atrás. Hay opciones o cosas que no vamos a vivir pero hay muchas otras que sí. Enfocarme en los sí me ayudaba más que en los NO. Y sé que hay muchas personas que ante esta presión que se genera dentro, eligen no decidir, dejarlo a la suerte. Pasé por ese momento también cuando en el camino de Santiago le dije a mi marido, literalmente “si al tocar el santo siento algo dentro, eso que dicen que se te despierta con la maternidad es que sí, y si no es que puedo quedarme tranquila con el NO”. Al llegar a Santiago, en medio de todas las emociones me subí a tocar el santo y olvidé pensar en esto … cuando me di cuenta, me puse otra vez en la cola para volver a subir jajajajaj. Como ves, también pasé por esta fase de decir “que el universo/Dios lo decida”. Pero yo soy de las que se niega a creer que la cosas son por “suerte”. Las oportunidades se dan y tú las tomas o no con todo lo que ello implica, independientemente de la pequeña cuota de “suerte” que puede haber. Así que no, yo quería decidirlo, quería elegir qué camino tomar, con las consecuencias que ello implicase.

Con el tiempo también me di cuenta que dejar reposar la cabeza antes de decidir, ayuda. Soltar el temita por un tiempo, no hablarlo con nadie ni tomar determinación, me permitió ver cosas con más claridad.


Y aunque me lo prometo cada vez que inicio un post, me he alargado más de la cuenta.


Quería compartir este aprendizaje contigo por si te encuentras con esas decisiones que tanto cuesta tomar, y con la esperanza de que algo de lo que me funcionó a mi, te sirva. Te aconsejo releer las negritas y mirar cómo puedes aplicarlo a esa decisión que te está costando.


Me despido con una última frase:

A veces las peores decisiones se convierten en las mejores historias ¿no?

Un abrazo grande, desde la paz más absoluta de saber que decido para vivir una aventura muy personal y diferente en este camino llamado VIDA. Y como digo siempre, a veces, elegir el camino menos transito es la clave del éxito ;)

 

Si te ha gustado no olvides suscribirte al blog para que te lleguen las publicaciones antes que a nadie ;)

36 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page