La resiliencia es el término que se puso de moda para describir la capacidad de aguantar los golpes y no romperte. Es la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas … en definitiva la capacidad de resistir las adversidades como el junco, que se dobla pero sigue en pie …
Perdona, ¿cómo dicen? ... ¿resistir? ... ¿aguantar? ... ¿soportar? ¡Como si fueras uno de esos muñecos puching ball, que eran moda cuando éramos pequeños, al que le pegabas una y otra vez pero se vuelve a colocar en el mismo lugar sin tumbarse ?
Mmm … algo no me cuadra con estos verbos y este concepto así entendido.
Déjame que te cuente una historia para que veas a dónde voy.
Cuando era pequeña, mi padre me ha enseñado una pasión que va más allá del resultado: ser del Lobo (Gimnasia y Esgrima de La Plata), un equipo de fútbol de la ciudad donde he nacido, crecido y vivido hasta los 28 años.
Ser del lobo ha implicado nunca festejar el ver a mi equipo campeón, un equipo que lleva más de 120 años de historia, un equipo que ha visto a su archienemigo (estudiantes de La Plata, el pincha como le decimos) ganar muchas veces y ser más conocido.
Hemos aprendido a soportar los insultos y bromas (de mal gusto para los apasionados del futbol como yo) cuando otra vez volvíamos a fallar.
Pero ¿qué ventaja me ha dado vivir esta pasión desde pequeña y no cambiarla por nada en el mundo?
Me ha vuelto antifrágil, Y ¿sabes lo que significa esto?
Antifrágil significa que las derrotas me hicieron más fuerte. Al igual que nuestro cuerpo cuando pasa una enfermedad, aprende y genera defensas nuevas que nos hacen más fuertes, nuestro corazón y nuestra mente también pueden hacerlo.
Ser del Lobo me ha hecho más fuerte con cada derrota, con cada partido perdido porque encontraba una nueva manera de sobreponerme a la desilusión y al resultado no conseguido.
He aprendido que el resultado no siempre depende de que te esfuerces y hagas todo bien, aún así puedes no conseguirlo, pero el hecho de seguir intentándolo es lo que me hace crecer.
Me ha hecho revisar una y otra vez mis creencias y convicciones … en este caso para reafirmarlas. Un hábito maravilloso cuando necesitas hacer autocrítica y revisar tus comportamientos.
Me ha hecho aprender a valorar cada nueva posibilidad de llegar a una final, y sobre todo, disfrutar del camino para conseguirlo, cosa que antes se me pasaba por alto la mayor parte de las veces.
Aprendí a no dejar atrás a mi equipo, a levantar con aliento y amor a cada uno que se caía en el camino, porque si lo das todo, qué tanto importa el resultado. Claro que en el fútbol no depende de una hinchada el resultado, pero qué jugador podría decir que no es importante para ellos, salir a la cancha con el grito de su gente, jugar nuevamente una final, en una ciudad a 24 horas de bus y que salgan 170 buses llenos de almas antifrágiles, que lo darán todo aún sabiendo que las estadísticas son desfavorables.
Aprendí a sostener y atar en corto a mi ego con la mirada y burlas de los otros. Me ha dejado de importar qué piensan los demás de mi pasión, y esquivar con arte los intentos de convencerme para ser de otro equipo “ganador”.
He aprendido a venirme arriba con las derrotas, a no dejar mi pasión caer pese a todos los obstáculos que pusieran en medio. Porque nuestro amor por los colores del club hace que no podamos si quiera usar ropa roja y blanca sin que nos dé algo de urticaria …
Hace 10 años que no vivo en Argentina, que no voy a un partido y sin embargo jamás podrían convencerme de cambiarme de club.
¿Qué aprendizaje saco para mi vida profesional? A qué ya te lo estás imaginando … a que ahora lo ves más fácil … ser resiliente no te hace fuerte, sólo aguantas golpes, ser antifrágil te hace mejorar, te hace buscar un nuevo camino para conseguir eso que tu corazón sabe que debe alcanzar.
He desarrollado dentro de mis habilidades un pequeño monstruo que me grita: ¡No te rindas! Cuando mis fuerzas flaquean.
Pero esto no va de que no duela, de que no tengamos ganas de ganar una copa, de que no haya un momento de duda o de bajón cuando no lo conseguimos. No somos superhéroes.
Esto va de que pese a no conseguirlo, no te rindas con la adversidad y no sólo resistas, sino que aprendas y te fortalezcas.
Piensa ¿cuántas veces has aprendido de aciertos y cuantas de los errores o de lo que no salió como esperabas?
Cómo podemos aplicar la antifragilidad a nuestra vida entonces ….
Piensa ¿en qué te apasiona a ti en tu trabajo, qué te mantiene donde estás pese a no tener los resultados que esperas? Si no encuentras pasión, es hora de preguntarte ¿Qué es lo que quieres ser?
No podemos controlarlo todo, podemos dar lo mejor de nosotros y aún así no tener los resultados que queremos, pero serán esas “derrotas” las que entrenen esa habilidad. La próxima vez que sientas que has fallado recuerda: “sólo me están dando la oportunidad de entrenar mi antifragilidad”
Paciencia y perseverancia: los resultados muchas veces tardan en llegar y eso no significa que no estemos en el camino correcto. Pregúntate ¿estoy haciendo todo lo que puedo para conseguir los objetivos?
Autocrítica: ¿qué aspecto puedo cambiar de la ecuación para que me lleve a un resultado diferente? Recuerda que sólo puedes cambiar lo que dependa de ti, lo demás sólo te quitará energía y no te llevará a ninguna parte.
Emocionalidad: ¿cómo puedo tomarme los resultados que obtengo? ¿Qué significa para mí “perder un partido”?
Mi mirada vs. la mirada de los otros: ¿qué tanto me importa que los demás me vean fracasar? ¿Cuántas veces me he planteado abandonar antes de hacerme fuerte?
Así que ya sabes, cuando algo no salga bien o como esperabas, piensa qué aprendes de esa situación, qué nueva virtud has desarrollado gracias a ella y cómo vas a retomar fuerzas para volver a alentar a tu sueño, ese que sigue latiendo a pesar de todo.
Un fuerte abrazo con el corazón latiendo fuerte … en azul y blanco eternamente.
¡Gracias papá! Este post va por y para ti.
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