No se si muchos saben que este es el nombre que reciben aquellos que gestionan los albergues de peregrinos.
Hospitalero era la persona encargada del cuidado de un hospital, o también, aunque está en desuso, la que hospeda en su casa. En el Camino de Santiago, recibe este nombre la persona que de forma voluntaria colabora en el mantenimiento y cuidado del albergue de peregrinos Hoy quiero dedicar este post a Celia y David que en el albergue de Bedonaya hacen Honor a esta vocación.
Llegamos sobre las 6 pm luego de un día muy largo y duro de caminata por los acusados desniveles de las montañas asturianas y allí estaban... como quien espera a su novia/o con la alegría de verte llegar desde que empieza a divisarte.
David hacía una paella para la cena comunitaria que olía a gloria y Celia acomodaba a cada uno de los llegados en las comodidades del albergue.
Tras estampar los sellos en nuestras credenciales y darnos el recibimiento formal, indicando las instalaciones y servicios, empezó a surgir la esencia del Albergue.
Primero con los ojos, era impresionante pero cada rincón llevaba una anécdota, un recuerdo de algún peregrino, cada cosa colocada en sus paredes o techo, no era sólo decoración sino que tenía un propósito...
Maravillados con la mirada, volvimos a cruzarnos con los ojos oscuros de Celia que aguardaba en silencio nuestra respuesta a la pregunta ¿cómo estáis?
Después de compartir nuestras primeras emociones nos dieron tiempo para ducharnos y reponer energías porque a las 20 hs sería la cena comunitaria. Así, sin opción, sin preguntar, sólo nos lo informaron. Sin saber que nosotros habíamos hablado de no cenar y acostarnos temprano ...
Y aunque las fuerzas de socializar a veces flaquean por el cansancio, a la hora prevista, bajamos a encontrarnos con el resto de la familia peregrina. Qué calor humano más apetecible.
No eres consciente de lo que necesitas esto porque tu cuerpo pide cama pero el corazón, que es mucho más inteligente, conectó enseguida con estas almas.
Allí pasamos una velada impresionante, escanciando sidra por primera vez bajo las directivas de David, pusimos entre todos la mesa y respetando las distancias nos sentamos para compartir la cena comunitaria.
David bendijo la mesa con una historia y de tanto amor entre los que ya se conocían, que nos hizo emocionar. Todavía con lágrimas en los ojos comenzamos a degustar la paella y las ensaladas de la cena. Y cuando se hacía el primer silencio, David pidió uno a uno que contásemos "algo" que nos apeteciera compartir con el resto de la familia peregrina de esa noche.
Entre risas y las historias de cada uno, paso la cena y aunque el cuerpo pedía cama, ninguno quería dejar de compartir ese ratito. Algo más fuerte nos hacía quedarnos a compartir la historia del camino, las anécdotas de otros caminos y de sus hospitaleros, y sólo esas experiencias, crearon un hilo invisible que ató las almas de todos sin darnos cuenta.
Una atmósfera llena de buena energía, de cariño, de pasión por lo que se hace ... una recarga del alma que duraría para la siguiente montaña de la mañana.
Terminé esa noche con una decisión: quiero ser hospitalera del camino, quiero devolver a otras almas peregrinas un poquito de todo el amor que recibimos, quiero ayudar a otros a conectar con la esencia del camino como Celia y David lo hicieron con nosotros. Porque esto es el camino, lo demás ... añadiduras, anécdotas y paisajes que se disfrutan.
No podré serlo siempre en el camino, pero una enseñanza gigante del peregrino es llevar a tu vida lo que allí aprendes. Así que amigo caminante quiero ser tu hospitalero:
Para que encuentres un abrazo cuando estés cansado y que te llene de energía.
Para que encuentres una sonrisa si te ha invadido la tristeza.
Para llenarte de confianza si te han invadido los miedos.
Para obligarte a conectar con tu alma que es más grande que tu cuerpo y cabeza juntos.
Para acompañarte con mi silencio cuando necesites hablar y sacar de ti lo de dentro.
Para descargarte la mochila, esa que llenamos con poco de lo imprescindible y mucho de los "por si acaso" que no terminan sirviendo para mucho ;).
Para curarte las heridas que den muestra de las batallas que has pasado y que puedas pasar página aprendiendo lo necesario.
Para darte la mano y acompañarte a dar el siguiente paso.
Para que tengas amor del bueno durante al menos el ratito que nos crucemos.
¿A qué es bonito ser hospitalero?
David y Celia, dos almas peregrinas que se han unido para darnos ese calor de familia que tanto bien nos hace aún en días en dónde crees que solo necesitas dormir. Gracias a dos de mis hospitaleros favoritos del Camino Primitivo a Santiago. Me los llevo en el alma y se que volveremos a cruzar caminos.
No quiero contar detalles de vuestra magia para que sigan sorprendiendo a muchas más almas peregrinas.
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