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Foto del escritorSol López

El valor de decir NO PUEDO

Actualizado: 12 may 2020


Hace unos días que vengo pensando en cómo compartir este aprendizaje con vosotros.

La importancia de dar el paso a decir en voz alta: No puedo, reconocer frente a otros que no eres tan fuerte como mostrabas y apartar al ego para no sentirte un fracasado.

Como siempre lo contaré con una historia personal que espero que les ayude a sacar sus propios aprendizajes.


Hace dos años decidí empezar el camino de Santiago. Para aquellos que no lo conozcan una peregrinación muy bonita que se recorre desde diferentes puntos de España (y de otros países ya también) hasta Santiago de Compostela.


Siempre había soñado con este momento, pero quería hacerlo ENTERO.

Sí, sí … completito desde los Pirineos … a mí no me valía solo unos días, sólo unas etapas, hacerlo en varias veces … si lo hacía, tenía que ser a lo grande, dedicándole todo el tiempo que necesitase. Las cosas que uno se mete en la cabeza.


En el año 2018, todo confluyó para poder hacerlo. En febrero de ese año dejé mi trabajo fijo y eso abría la posibilidad divina para hacer el camino francés de principio a fin y aunque estaba cursando mi especialización de coaching, solicité permiso para ausentarme unas clases que concedieron sin ningún problema.


El primer día después de haber tomado la decisión, y haber puesto fecha en el calendario (sería el 24 de mayo), empecé a hacerme con el equipo y Decathlon pasó a ser un buen lugar de paseo para los fines de semana: mochila, saco de dormir, linterna, pantalones adecuados de montaña, camisetas nuevas, mantas térmicas por si acaso, cantimplora de agua, bastones, kit de emergencia … y todo lo que se nos ocurría que podíamos necesitar.


Los fines de semana también empezaron los entrenamientos a la montaña (sierra de Madrid) cargando la mochila con peso para simular lo que sería el tramo de cruzar los pirineos, rutas establecidas por mi marido con cierta dificultad y a gastar las botas de trekking para que no estuviesen con poco uso (confesión entre nosotros: creo que salimos tres veces antes de empezar el camino solamente, pero para mí, ya era toda una alpinista).


Compré el libro del camino, nos bajamos la APP para seguir cada etapa, leí libros y miré vídeos de personas que ya lo habían hecho con todo tipo de recomendaciones. Era mi proyecto del día: qué nueva cosa debíamos considerar.


Sacamos billetes de tren a Pamplona y de ahí a St. Jean Pied de Port (Francia) en bus donde iniciaríamos el camino a pie.


Y llegó el gran día … ¡era 24 de mayo y tomábamos el tren a Pamplona para coger un bus y llegar al punto de partida: St. Jean!

Viajamos y pasé la primera noche con más nervios que el día antes de casarme. ¡Por fin iba a empezar el camino!.


Tenía una bomba de emociones dentro, estábamos en Francia y a la mañana siguiente empezábamos con el primer madrugón para caminar nuestros primeros 25 km hasta Roncesvalles, con una pequeña dificultad … 1.230 metros de altura que subir … los primeros 21 km eran todos en subida. Y si hay algo que llevo fatal son los esfuerzos de la subida … no me pregunten por qué, pero me da un mal humor con los esfuerzos brutales que el pobre de mi marido acaba pagando siempre.


Sabiendo esto decidimos que cada uno lo haría a su ritmo, nos iríamos esperando cada 5 km o así, pero sería la primera prueba a superar.

No puedo describir el paisaje, las emociones, el esfuerzo bestial del zigzag de 7 km donde el desnivel es matador … y tampoco explicar en un papel lo que sentí al escuchar el primer ¡Buen Camino! casi sin aliento de un peregrino que me pasaba en la subida.


Fue duro, llovió en varios momentos del día, había una especie de cama de nubes que cuando se abrían, daban paso a un paisaje maravilloso … y cuando quise acordar, llegábamos hechos polvo a Roncesvalles. Eran las 2.30 de la tarde y el primer reto estaba superadoooooo. ¡Qué subidón!


El hostel de Roncesvalles es de los más bonitos del camino, nos tocó la tercera planta que parecía una cabaña más que un hostel. Nos acomodamos, lavamos las botas, y nos dispusimos a almorzar, cerveza en mano para planificar el día siguiente.


La etapa dos nos recibía con una lluvia torrencial desde primera hora de la mañana, pero si hay algo que vives en el camino es que las ganas de llegar a Santiago lo pueden todo.


Bajábamos de Roncesvalles a Zubiri, sí todo era bajada, con la complicación de que vas por montaña, caminos de tierra y piedras donde se formaban cuestas peligrosas y resbaladizas por la lluvia.


Segundo aprendizaje rápido: no hay un día fácil en el camino. Por la razón que sea es una prueba diaria a tus dolores físicos, limitaciones mentales y todo eso que llevas en la mochila sin saberlo. Y cuanto dices, lloviendo a mares en medio del campo, “¿Qué más nos puede pasar? Vamos empapados pero Santiago allá vamos, no te tenemos miedo lluvia”, te cae una granizada en medio del camino a campo abierto que la única manera de cubrirse fue adoptar posición de tortuga … ¡Sin palabras!


Llegamos empapados a Zubiri pero en tiempo record, nos entusiasmamos en la bajada y en 5 horas y media habíamos llegado a nuestra próxima parada, ¡otros 22 km check! … Agotados pusimos a secar al sol (que benditamente había salido) toda la ropa, la mochila y lo que se les ocurra porque nada se salvó de estar calados hasta los huesos.

En el tercer día venía la mayor sorpresa de todas, Etapa Zubiri – Pamplona, 20 km por lo que no parecía en la planificación una etapa compleja en desniveles… pero amigos lectores, tiene una bajada terriblemente abrupta luego del monumento de Altos del Perdón.


Al llegar a la cima sacamos las típicas fotos en el monumento y lo que fue realmente monumental fue la bajada con unos saltos entre rocas gigantes. Los bastones, mis segundas piernas sin lugar a dudas, salvaron el día, pero al llegar a Pamplona, sentí una pequeña molestia en la rodilla derecha. No era gran cosa el dolor así que luego del merecido descanso, decidimos, como siempre, terminar el día paseando por la ciudad donde pasaríamos la noche.


El cuarto día luego de otros 24 km andados, llegamos a Puente la reina. El camino fue agradable pero la rodilla se hizo sentir mucho más de lo que esperaba, y otra confesión soy pésima enferma. Cuando algo me duele, no me aguanto ni a mí misma. Con ese humor durante la mañana conocimos a otros cuatro peregrinos con los que seguiríamos, sin saberlo entonces, hasta Santiago. Ese encuentro y esa conexión de almas hizo que la caminata, la mayor parte en silencio porque así lo había decidido para no amargarle el día al resto de peregrinos, se hiciera amena. Pero ya en la ciudad la rodilla, al enfriarse el cuerpo, no dio tregua. Me dolía como si me clavaran agujas … ¡No podía ser verdad! ¡Ya había cruzado los Pirineos que era lo más duro, esto no podía pasar a mayores!


El amanecer del quinto día fue terrible, caminaba peor que una señora mayor atropellada por un tractor. Tardé 15 minutos en hacer 200 metros hasta la ruta donde salía el camino ese día. Mi marido me insistió varias veces en volver al albergue a lo que enfurecida, conmigo, con la vida y con la maldita rodilla respondía que ¡no!, que ¡ni de broma! No iba a parar el 5to día del camino.


Mi cabeza empezó a acumular 2.000 pensamientos por segundo: no puede ser, no me puede estar pasando, tú no eres débil, te vas a sobreponer, es sólo hasta que el cuerpo se caliente … 2 minutos después los pensamientos se volvían más agresivos … y perdonar la vulgaridad pero los escribiré tal cual venían a mi cabeza: “no voy a poder”, “sí voy a poder”, “tengo que poder, déjate de joder con el dolor, pensá en otra cosa” (cuando conecto con emociones muy de dentro sale la argentina sin tapujos), “me cagué el camino el quinto día, yo no podré seguir y le cago el camino a Luis (mi marido)”, y así entré en una chorrera de pensamientos que no se agotaban y me dejaban cada vez peor de humor …


A la salida de la ciudad, me iba cruzando con el resto de peregrinos amigos, y al verme caminar, aunque no dijeron casi nada verbalmente (probablemente mi cara asustaba hasta al más valiente), ví sus gestos de horror, y sin intercambiar casi palabras más que un "¿estás bien? ¿necesitas algo?, a lo que yo solo respondía con la cabeza en silencio, se despidieron con el típico "buen camino" y siguieron con su marcha para encontrarnos como siempre más tarde…


Luis me esperaba pacientemente unos metros más adelante. ¡Sólo había hecho 200 metros en 15 minutos! … La lucha interna que se desataba en mi cabeza era fantástica, ¡de película de terror! … me decía de todo a mí misma por no poder ... y el humor se tornaba cada vez peor.


Luis, que caminaba en silencia a mi lado, observándome, se paró en seco y me dijo: "¿puedes mirar hacia atrás?" ... Al girarme aún se veía la ciudad ... Habíamos salido del hostel hacía 20 minutos y ¡¡¡sólo había andado 300 metros!!! … no iba a llegar al siguiente punto sin lesionarme en serio … cada paso era un horror para la rodilla … levanté la cabeza, miré a Luis y con un hilo de voz entrecortado dije: “Creo que no voy a poder andar ¿no?” … ufffff lo escribo y vuelvo a emocionarme hasta las lágrimas.


No puedo explicar el aluvión de llanto que cayó en ese momento, por primera vez en mucho tiempo estaba reconociendo en voz alta que no podía, esto me sobrepasaba, el dolor no era una flojera, y no podía andar los 20 km de ese día. El desconsuelo duró horas, llanto y amargura me invadieron por completo y en medio de todo esto, sólo le pedí a Luis que él sí hiciera la etapa, porque si él paraba no me iba a sentir mejor …


La revolución interior con ese NO PUEDO fue muy grande. Yo, la consultora que todo lo arregla, la que siempre encuentra soluciones … tenía que parar.

Luis, que es un gran compañero de todos mis viajes, también de los interiores, antes de partir y mientras me abrazaba me dijo: “Me voy pero piensa qué le dirías a Sol si fuese un cliente de coaching en este momento ... y no llores que todo va a estar bien”. Se aseguró de que tenía mi billete de bus, me dio un beso y salió rumbo a Estela a pie, próxima parada donde yo llegaría horas más tarde.


No podía ni siquiera verle alejarse ... porque él sí estaba andando.


Aunque no fue inmediato, porque lloré varias veces más hasta llegar a Estela, sólo esa frase de Luis me sirvió para abrir grandes los ojos y secarme las lágrimas … sentí como si alguien te diera una bofetada para que dejes de llorar.


¡Era cierto! Yo no le estaría diciendo todo eso que me decía a un cliente de coaching … ¿Por qué me lo decía a mí? ¿Con qué tenía conectado ese no puedo para no permitírmelo? ¿Para qué me castigaba por una fase en donde en vez de caminar llegaría en bus? ¿Qué significaba para mí ese no puedo? ¿Quién era por no poder?


Este fue el mayor reto que tuve en todo el camino ... el camino es muy especial y maravilloso ...hubo mil aprendizajes de este tipo, pero ESTE me ha marcado profundamente y lo recuerdo en cada situación difícil que la vida me presenta.

Gracias a parar, a ese no puedo y a ir con otra peregrina a la sala de emergencia de Puente la Reina, supe que tenía una tendinitis y que debía dejar de caminar dos días, con reposo absoluto y hielo si quería llegar a Santiago.


Fuí una de las tantas damnificadas de la bajada de los Altos del Perdón, la mayoría iba con rodillera, tobillera o cualquier venda parecida esa mañana.


Hice caso, paré, con mucho esfuerzo y más dolor dentro que fuera.


Cambié la mirada y fuí testigo de como muchos compañeros peregrinos tuvieron que volverse a casa entre el sexto u octavo día por no parar esos dos, sólo dos días de treinta y un días que caminamos, sólo 40 km de los 791 km que íbamos a andar juntos hasta Santiago.


¿Me hizo esto menos peregrina? ¿Disfruté menos el camino por este traspié? ¡Claro que no! Pero el universo es tan sabio que siguió tentando mi aprendizaje el resto del camino.


Tenían que comprobar si realmente había aprendido el valor de un NO PUEDO a tiempo.

 

Te cuento esta historia, porque muchas veces nos prohibimos decir que no, y decir NO significa decir Sí a otras cosas, aunque en el momento seamos incapaces de verlo…

yo era incapaz de verlo, de permitírmelo y de aceptarlo.


La compasión no es sólo para otros, podemos NO poder de vez en cuando y eso no nos hace ni mejores ni peores y lo mejor de todo ¡es que no pasa nada!

Hay mucha paz y valentía detrás del decir en voz alta y fuerte: No puedo. ¡Y ni te cuento cuando se lo dices a un equipo de consultores que tienes a cargo!


Decir NO PUEDO tiene que ver con mostrar nuestra vulnerabilidad, con darnos permiso, con aceptar que no tenemos el control de todo, con sacar creencias de la cabeza que no ayudan a que crezcamos, tiene que ver con permitirte encontrar compañía nueva y maravillosa porque no es necesario cargar solo el peso ...


Yo sigo trabajando en ello, no me resulta fácil muchas veces, pero cada vez que mi exigencia me juega una mala pasada, me acuerdo de esta historia del camino que la llevo grabada a fuego para siempre. Decir NO PUEDO ese día me permitió llegar a Santiago y vivir miles de momentos más en el camino que podría no haber terminado si no reconocía mi dolor y mi necesidad.

Como siempre, te dejo algunas preguntas para tu reflexión y aprendizaje sobre tus NO PUEDO:

  • ¿Cuántos “no puedo” te permites? ¿En qué ámbitos te los permites y en cuáles no?

  • ¿Qué implica ese “no puedo” para ti? ¿Dónde pones el peso de reconocer que no puedes?

  • No puedo es igual a … ¿qué adjetivo calificativo pones a alguien o a ti mismo cuando dices/dicen no puedo?

  • ¿A qué le dirías que sí, si aceptas que no puedes?

  • ¿Qué beneficios te puede traer decir que no puedes?

  • ¿Qué cosas te estás perdiendo por no compartir con otros ese NO PUEDO y querer afrontarlo solo/a?

  • ¿Qué emociones sientes inmediatamente al decir “no puedo” y soltar el control? Haz la prueba en soledad si aún no te animas.

  • ¿Cuántos no puedo vas a decir esta semana, este mes? ¿Te animarás a ver qué sorpresa te tienen preparada para cuando digas no puedo? Las mías fueron maravillosas así que te animo a probar.


¡Qué maravilloso aprendizaje de vida!


Un abrazo muy muy apretado para cada NO PUEDO que digas hoy porque estaremos a tu lado para acompañarte y aprender juntos.

Quiero dedicar este post especialmente a LUIS mi compañero de peregrinaje en la vida, en el camino y que sin ser coach me cambió la mirada para siempre; y a mis peregrinos de Santiago, almas eternamente unidas: Thiago, Katie, Myee, Sascha, Jose, Adam, Owen “money”, Paige, Lisa, Dorottya, Emma, Anita, Riccardo.


¡Gracias a todos por ser parte de esta experiencia tan especial y maravillosa! Y ¡Gracias por sobre todo por ayudarme a lidiar con mi mochila, esa que llevamos cargada sin saberlo!


"Porque hay corazones que laten más fuerte cuando están juntos ..."

 

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