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  • Foto del escritorSol López

¡Basta con los propósitos de inicio de año! Plantéate intenciones

Siempre que empieza un nuevo año pensamos en las cosas que queremos cambiar, empezar a hacer o dejar de hacer. Mil y una vez escucho a mis clientes frustrarse con los objetivos que pasan de un año a otro del calendario sin cumplirse. En este post quiero compartir una idea con vosotros que quizás sirva para pensar propósitos de una manera diferente este 2021.

Cada vez que pensamos en propósitos lo asociamos con las metas u objetivos que queremos conseguir.


Así los escribimos año tras año sin llegar a conseguirlos: bajar de peso, dejar de fumar, hacer ejercicio con regularidad, hacer un viaje muy esperado, ahorrar, encontrar pareja …


Nos han enseñado además que los objetivos para que queden bien definidos debemos ponerle algunos condimentos como: una variable específica, tiempo, deben ser medibles y cuantificables, alcanzables y retadores a la vez para motivarnos. La famosa sigla SMART (o MARTE en español)


Luego de definirlos hacemos un plan detallado de cómo conseguirlos y los pasos que daremos para ponernos a por ello.


Y si invertimos tanto tiempo ¿por qué muchos los abandonamos en el camino? ¿por qué año a año tenemos el mismo objetivo el día 1 de enero?


Muchos pensarán que es falta de voluntad, o de disciplina o de constancia ... hay un post en camino en el que te contaré de estos factores y hablaremos sobre “La voluntad que no siempre tenemos” , pero hoy quiero contarte un concepto con el que tropecé algunos años atrás y, recién hoy, puedo incorporarlo en mi vida sin que haga “ruido”:


“Enunciar intenciones y no objetivos”


La primera vez que lo escuché de nuestro querido Gerardo Schmedling (filósofo colombiano) casi me da un jamacuco, y a toda velocidad se dispararon en mi cabeza frases como:

  • ¿Cómo no me voy a poner objetivos? ¡Eso es no tener rumbo!

  • ¿Cómo no vamos a decirle a la gente a dónde tenemos que ir? Si lo dejamos librado cada uno hará lo que le dé la gana y con eso no se sostiene la empresa.

  • ¿Cómo pagaremos variables sin objetivos que medir?

  • ¡Es una locura e imposible en el mundo empresarial! Claramente este hombre no se dedica a los negocios.

Todos estos pensamientos llovieron en mi cabeza en menos de un minuto, y confesión aparte, aún trato de implementarlo en el mundo empresarial.


Pero en una noche de desvelo, este inicio de año, algo me hizo sentido.


Muchas veces cuando ponemos objetivos y armamos un plan TAN detallado para conseguirlos, estamos dando poco espacio para la sorpresa y los aprendizajes del camino.


Además nos llenamos de expectativas tan altas que somos incapaces de disfrutar de que ese objetivo pueda conseguirse de otra manera que de la que imaginamos.


Y por último muchas veces me ha pasado, asociar el conseguir ese objetivo con lo bueno o no que seamos en esa labor. ¿Te ha pasado? ¿Te has encontrado diciendo: esto no es para mí, ya lo he intentado todo y nunca alcanza?


Como comercial que he sido muchos años de mi vida profesional, me sucedía que cuanto más ansiaba o necesitaba vender, el cliente, como si oliese esa necesidad, no compraba. En cambio, cuando me relajaba, iba sobrada de objetivos, ese mes, parecía que todos querían cerrar las operaciones. ¿Te ha pasado alguna vez?


Pensando en ello, retomé el concepto de poner intenciones, al menos en mi desarrollo personal y profesional.


A través de este análisis y reflexión comprendí algo: Cuando pongo intenciones, no determino cómo y cuándo debe pasar eso que espero, no lo cuantifico, sino que dejo que las cosas se vayan dando y abro un espacio para sorprenderme en el camino.


No necesitáis creerme o compartirlo, sólo los invito a probarlo y ver las consecuencias que tiene para cada uno de vosotros.


Yo aprendí a decir:

  • Quiero verme mejor en el espejo” en lugar de “Debo bajar 5 kg para el 5 de mayo

  • Quiero trabajar en un lugar donde pueda aportar” en lugar de “El 2 de junio tengo que haber conseguido otro trabajo y dejar esta empresa

  • Me gustaría viajar y conocer otro país” en lugar de “El 8 de agosto viajamos para Italia con el itinerario en Excel

Esta manera de plantearme retos que realmente me importan, le incorporaba liviandad al objetivo. No había obligación, exigencias o expectativas que debía cumplir. Sí había un propósito, que me hacía dar pasos, día tras día, para conseguirlo.

Poner intenciones no quiere decir mirar al cielo, hacer el pedido a modo de milagro y sentarme en el sillón a esperar que se cumpla.


Poner intención en vez de objetivo me conecta con la verdadera razón del propósito, lo que tira de mí sin necesidad de definirlo todo al detalle.


Porque amigo caminante, me han surgido las siguientes dudas cuando lo analizaba: cuando en las empresas nos ponen objetivos a alcanzar, ¿es tuyo el propósito o de la empresa? ¿te mueve esa definición que han hecho para conseguirlo y trabajas por ello o, como les pasa a muchos de mis clientes, tienes que hacer el ejercicio de pensar cómo te ayudará a ti el conseguirlo, transformando, ese objetivo empresarial, en un reto personal?


Descubrí que cuando algo de verdad es un propósito, no necesito un plan detallado, porque me levantaré cada día con ganas absolutas de trabajarlo, de conseguirlo, independientemente de que alguien haga seguimiento o no.


Poner intenciones me hizo soltar la exigencia del ego de que todo debía pasar como yo quería que pasase … el momento, la hora y el lugar, muchas veces, ahora, lo dejo en intención, tratando de fluir con las sorpresas que el aprendizaje me deja en medio.


Insisto en algo: esto no va de ser una happy flower sin rumbo. Todo lo contrario. Estoy tan convencida del rumbo y de lo que quiero conseguir, que sé que se dará cuando sea perfecto y necesario. Suelto esa parte de control y fluyo con los errores, dificultades y obstáculos que debo superar para conseguirlo.


Por ejemplo, cuando empecé hace 3 años el camino de Santiago, el objetivo era llegar a esa última etapa, pero cuando quité la presión del destino final pude disfrutar del camino y vaya si fue diferente: hice el camino entero cuando sólo iban a ser 20 días, tuve que parar dos días por una lesión de la rodilla, conocí gente maravillosa con la que compartir experiencias, caminé cada día con un dolor diferente, debajo de la lluvia, del granizo y del sol radiante, caminamos en llano, en subidas y bajadas, hubo días que caminaba 20 km y otros casi 40 cambiando el punto de parada para descansar en función de la energía del grupo … ¿ves a dónde quiero ir? La meta seguía siendo Santiago, pero pude disfrutar del camino para llegar.


Dicho esto, quiero invitarte hoy a dos cosas, dos reflexiones que, para mí, fueron reveladoras:


La primera tiene que ver con los propósitos que te estás poniendo para este nuevo año. Elige uno cualquiera de los que te has propuesto. Ahora te reto a que analices las siguientes preguntas:

  1. ¿Para qué me pongo este propósito? Aquí detente un ratito hasta que de verdad sientas dentro que es el motivo que tira de ti para fijarte esa meta.

  2. ¿Qué voy a conseguir cuando lo alcance?

  3. ¿Qué pasa si no lo consigo?

  4. ¿Quién seré, o cómo de diferente seré, al alcanzarlo?

  5. ¿Qué nivel de compromiso tengo con este objetivo? Ponle un número del 1 al 10 pensando en qué tan importante es para ti conseguirlo … hazlo ahora mismo, sin pensar demasiado … no sigas hasta tener tu número … Reflexiona mirando tu número: si has puesto menos de 7, ese propósito, por la razón que sea, no tira lo suficiente de ti y de tu compromiso. Revísalo desde la primera pregunta y redefine pensando en la verdadera motivación que esconde.

La segunda reflexión tiene que ver con soltar un poquito el nivel de exigencia y control que nos ponemos con los objetivos personales, porque en la empresa vaya y pase, pero estos son los tuyos, los que tú quieres alcanzar:

  1. Transforma tus objetivos en intenciones, sin condiciones de ningún tipo, ni de espacio, ni de lugar. Prueba quitarle el peso de la obligación, de la planificación al detalle y disponte a sorprenderte con lo que pase en el camino para conseguirlo. ¿Cómo te hace sentir pensarlo de esta manera?

  2. Elige qué pedacito de ese objetivo puedes soltar y dejarte sorprender: a veces resulta sencillo no poner un "dead line" para alcanzarlo, en otras circunstancias, resulta más fácil no condicionar el cómo, y en algunas otras, el destino final. Prueba con alguna y cuéntame qué pasa.

  3. Analiza las expectativas que pones: qué esperas que pase cuando lo consigas, con quien lo compartes, quien esperas que lo note, en qué te convierte haberlo conseguido y en qué no.

  4. Pon liviandad a no alcanzarlo: si me he fijado subir a la montaña, ¿qué pasa si no hago cumbre?, ¿quita valía a mi reto?, ¿seré menos feliz o me sentiré menos realizado? … Trata de cambiar la manera en la que te tomarás el conseguirlo o no. Ya sabes que a veces se gana y otras se aprende 😉

Espero que este año, te pongas pocos propósitos, pero que sean aquellos que de verdad tiren fuerte de tus ganas para conseguirlos, esos que tocan tu esencia, tu "adentro" y te llevan a un nuevo nivel de desarrollo personal.


Los propósitos nos conectan con la evolución que queremos tener como personas, así que cierro dejándote una última pregunta: ¿a qué nuevo nivel de evolución te llevará este objetivo?


Un abrazo con el corazón latiendo fuerte por esos propósitos que nos mueven los pies.

 

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